Donald Trump y Xi Jinping han sellado en Busan una tregua comercial de un año, poniendo temporalmente fin a seis años de tensiones arancelarias entre las dos mayores potencias económicas del mundo. Después de meses de escalada en torno a los semiconductores, las tierras raras y las exportaciones de fentanilo, los dos líderes finalmente optaron por la desescalada, una palabra rara en su reciente relación.
EE. UU. – China: Una tregua con múltiples facetas
Concretamente, Washington suspende la ampliación de sus restricciones a la exportación hacia las filiales chinas, mientras que Pekín congela los controles sobre las tierras raras, esos metales esenciales para las baterías, los teléfonos inteligentes y la transición energética. Un gesto significativo: China posee casi el 70 % de la producción mundial, y su decisión de bloqueo recientemente había hecho subir los precios de la electrónica y la automoción.
Otra medida simbólica: los EE. UU. reducen a la mitad, al 10 %, el arancel especial impuesto a los productos relacionados con el fentanilo, un opioide responsable de más de 70,000 muertes al año al otro lado del Atlántico. A cambio, Xi Jinping promete reforzar los controles sobre las exportaciones de precursores químicos utilizados en su fabricación.
Por último, Washington suspende durante un año los nuevos impuestos dirigidos a los puertos y astilleros chinos. Pekín hará lo mismo con los barcos vinculados a intereses estadounidenses. Un respiro bienvenido para un comercio marítimo ya fragilizado por el aumento de los costos logísticos a nivel mundial.
Un acuerdo táctico, no estratégico
Esta tregua sigue siendo ante todo una pausa táctica. Los temas fundamentales, como los semiconductores avanzados, la soberanía tecnológica, TikTok o Taiwán, no se han resuelto. Las negociaciones sobre microprocesadores de vanguardia, especialmente los producidos por Nvidia, continuarán, pero los componentes militares o estratégicos siguen excluidos del diálogo.
En Washington, algunos ven en este acuerdo una victoria a corto plazo: un medio para estabilizar los mercados antes de un año electoral crucial. En Pekín, el análisis es diferente: el régimen de Xi Jinping obtiene un alivio de las presiones económicas sin ceder en sus líneas rojas.
Consecuencias para los mercados y la tecnología
El anuncio ha calmado los mercados asiáticos: el yuan se ha fortalecido ligeramente y las bolsas de Hong Kong y Shanghái han cerrado al alza de forma moderada. Los futuros estadounidenses, por su parte, han reaccionado sin excesos, prueba de que los inversores esperan ahora acciones en lugar de promesas.
Para los gigantes tecnológicos, esta tregua podría retrasar las restricciones más severas sobre las exportaciones de chips a China. Nvidia, AMD o incluso ASML respiran aliviados, aunque la amenaza de un nuevo enfrentamiento sigue presente.
Una paz frágil antes de la próxima batalla
Trump ha prometido visitar Pekín en abril; Xi debería hacer una visita de retorno a los Estados Unidos inmediatamente después. Ambos líderes saben que esta tregua es precaria. Como resumió un analista en Washington:
Trump ganó tiempo, Xi ganó margen. La verdadera guerra económica nunca se detuvo.