Los gobiernos de todo el mundo se están uniendo para mejorar la aplicación de la legislación financiera. Para ello, recurren a diversos organismos como el GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional, un sistema de gobernanza indirectamente vinculado a la OCDE y al G20), cuyo objetivo principal es la lucha contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo (ALD/CFT).
Recientemente, el GAFI emitió recomendaciones sobre las criptomonedas, obligando a los países de todo el mundo a cumplirlas. Los países que no cumplan estas normas pueden ser excluidos de la financiación internacional.
En la UE, es el Reglamento MiCA el que debe recoger las normas del GAFI sobre criptoactivos. Este marco cuenta con el apoyo de la Presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.
Las recomendaciones del GAFI deberían aplicarse a todos los intermediarios (VASPs: Virtual Assets Services Providers) que operan en el mercado de las criptomonedas.
Nota: El término CASP también puede leerse como Proveedores de Servicios de Criptoactivos dependiendo de la jurisdicción, pero en este artículo nos quedaremos con el término VASP que puede traducirse como PSAN en Francia.
Entre las normas obligatorias, encontramos : un dispositivo de congelación de activos, el control de los flujos entrantes y salientes en su cuenta, la comunicación de sus datos personales a terceros durante cada transacción (normas de viaje), la notificación de transacciones sospechosas al Estado, la verificación del origen de sus fondos, el control de su información personal, la transmisión de su información a las autoridades fiscales, la suspensión de sus activos si está registrado en la lista de sanciones, la posibilidad de prohibirle retirar sus criptoactivos de determinadas carteras y/o prohibirle el acceso a determinados criptoactivos, etc.
Con la entrada en vigor de este arsenal de medidas, un VASP tendrá que rodearse de asesoramiento profesional del mundo bancario. El coste del cumplimiento será (como mínimo) de decenas y cientos de miles de euros cada año. Los proveedores de servicios de valor añadido tendrán que centrarse en la administración de la conformidad para cumplir con las órdenes del gobierno.
En su actual publicación, el GAFI deja en manos de los Estados la decisión de prohibir o no los protocolos de financiación descentralizada (“DeFi”: Decentralised Finance), como el Bitcoin. El GAFI también especifica que las normas dedicadas a los VASP no se aplican a los protocolos DeFi, debido a la ausencia de un intermediario (persona jurídica o física) susceptible de obedecerlas. Los protocolos DeFi no son VASP en el sentido del GAFI.
Sin embargo, las normas del GAFI se dirigen a las personas físicas y jurídicas que pueden tener “influencia suficiente” sobre un protocolo DeFi. Así pues, los empresarios dispuestos a participar en el desarrollo de protocolos descentralizados podrían verse amenazados por esta definición.
Algunos ejemplos de personas influyentes en un protocolo DeFi: los desarrolladores de Bitcoin Core, una personalidad como Vitalik Butterin (cofundador de Ethereum) o Do Kwon para el ecosistema Terra Luna.
En efecto, los agentes del Estado podrían buscar culpables en el empresario que no obedece las reglas centralizadoras y que tiene suficiente control sobre un protocolo.
Esta definición del GAFI permitiría al Estado reclasificar como VASP a las personas (físicas o jurídicas) que tienen el control (total o parcial) de un protocolo DeFi. Estas personas tendrían entonces que someterse a la ley bancaria. También serían objeto de sanciones penales por el ejercicio ilegal de la actividad regulada del VASP.
Ante esta inseguridad jurídica, los empresarios de DeFi podrían verse empujados a unirse a jurisdicciones más favorables (criptoamigables) para no renunciar a los valores liberadores de la descentralización.
Sobre todo, los empresarios que aspiren a no caer en la trampa de esta definición maximizarán la descentralización de extremo a extremo de las aplicaciones financieras. Su objetivo es evitar (volver a) caer en el viejo paradigma del sistema bancario estatal. De forma más general, este movimiento se inscribe en la continuidad que ha propiciado Satoshi Nakamoto a través de Bitcoin.
Con el tiempo, los gobiernos reunidos en el GAFI podrían obligar a las instituciones financieras (y a los proveedores de servicios de pago) a verificar sistemáticamente el pago de los impuestos adeudados por los contribuyentes. Cualquier persona sujeta a sanciones se vería afectada, independientemente del lugar del mundo en el que se encuentre.
Además, las normas del GAFI están destinadas a luchar contra la financiación de los terroristas, es decir, los identificados como enemigos del Estado. Sin embargo, para algunos miembros del GAFI, la financiación del terrorismo se asemeja a la financiación de un partido de la oposición que desea competir con el gobierno de turno.
En este sentido, el GAFI trabaja directa o indirectamente con la mayoría de los gobiernos del mundo, incluidas las dictaduras. De este modo, las normas del GAFI podrían utilizarse como vehículo para reducir a las poblaciones a la servidumbre.
En el peor de los casos, a medida que se amontonan nuevas y más restrictivas normas, los PSAT podrían convertirse en sub-ramas de un sistema orwelliano, subordinado a una autoridad centralizadora. Esta opresión se combinaría con la aparición de las CBDC (monedas digitales de los bancos centrales), como el yuan digital, que permitiría la vigilancia y el control total de los intercambios de la población.
Algunos proveedores de servicios de valor añadido pueden verse enredados en las fórmulas de regulación deseadas por los banqueros centrales y soportar la carga de una legislación que contradice los principios emancipadores de la descentralización.
En cualquier caso, las normas del GAFI sólo pueden aplicarse a las instituciones financieras bancarias centralizadas (incluidas las VASP), y nunca pueden imponerse a los protocolos verdaderamente descentralizados.
Es una apuesta segura que los usuarios y las empresas elegirán los protocolos descentralizados a medida que aumente la oferta, porque sus propiedades disruptivas serán inmensamente ventajosas en comparación con las finanzas tradicionales.
En esencia, un protocolo descentralizado como Bitcoin no puede estar sujeto a ninguna jurisdicción en particular. Estos protocolos permiten al mundo entero comerciar sin fronteras, según las reglas instituidas por estos protocolos, que son universales, imparables y competitivas.
Al maximizar la descentralización, los criterios de emancipación desarrollados por Satoshi Nakamoto podrían resultar especialmente eficaces, disruptivos y virtuosos.