El euro digital: Oposición y desafíos en Europa

La Banque central europea insiste en su plan: un euro digital disponible para 2029, con una fase piloto a partir de 2027. Su objetivo: ofrecer una alternativa soberana frente a la dominación de los pagos estadounidenses, stablecoins, Visa, Mastercard, PayPal, mientras que el uso efectivo se desploma en toda Europa. Pero la revolución prometida ahora se enfrenta a una creciente oposición, liderada por bancos y varios diputados europeos.

Banca europea en pie de guerra ante el euro digital

La concepción actual del euro digital para el comercio minorista aborda ampliamente los mismos casos de uso que las soluciones privadas, sin ofrecer un valor agregado evidente para los consumidores.

Consorcio de bancos europeos

Catorce grandes entidades, incluidos Deutsche Bank, BNP Paribas y ING, han expresado oficialmente su oposición al proyecto. Su crítica es directa: el BCE propone un producto que se duplica con sus propias soluciones de stablecoin, sin beneficio concreto para los consumidores.
Estos bancos también han lanzado su propia alternativa, llamada Wero, que pretende ser una respuesta europea privada a la supremacía estadounidense en los pagos en línea. Según ellos, el riesgo es claro: ver al sector público crear una competencia artificial y desestabilizar un mercado ya en plena mutación.

Un Parlamento europeo dividido

En el ámbito político, el ponente del proyecto, el conservador español Fernando Navarrete, aboga por una versión radicalmente reducida del dispositivo. Desea que el euro digital solo se utilice para pagos fuera de línea, por ejemplo, sin conexión móvil, pero no para transacciones en tiempo real.
Según él, permitir su uso en línea sería crear un ecosistema paralelo que perjudicaría la aparición de soluciones privadas paneuropeas. Su mensaje es claro: hay que darle al mercado la primera oportunidad de innovar, y solo desplegar un euro digital completo en último recurso.

Entre soberanía y escepticismo

Frente a estas críticas, la BCE mantiene su postura. Para sus dirigentes, la desaparición progresiva del efectivo pone en peligro la soberanía monetaria europea. El euro digital sería entonces un escudo estratégico: una moneda pública, segura y utilizable en todas partes, incluso si los sistemas privados fallaran.
Pero en el plano económico, persisten las preocupaciones. Un estudio encargado por los bancos estima que la implementación del proyecto podría costar hasta 30 mil millones de euros al sector financiero, mientras que el BCE menciona menos de 6 mil millones.

Europa en la encrucijada

A veinticinco años del lanzamiento de la moneda única, la Unión Europea enfrenta un dilema importante: ¿cómo reforzar su autonomía sin sofocar la innovación privada?
El euro digital bien podría ser una herramienta clave para preparar el futuro de los pagos… o un proyecto burocrático demasiado pesado para atraer a los ciudadanos.
Una cosa es segura: la cuenta regresiva hacia 2029 ha comenzado, y la batalla entre Bruselas, Fráncfort y los grandes bancos europeos apenas está empezando.

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